No puedo soportar el peso de la insoportable levedad de mi ser. Soy demasiado débil, por mucho empeño que exponga. Me temo que los apocalipsis no existen, también que las tragedias no se dejan de suceder. Y hasta nacen múltiples y diversas sin motivos consistentes, sino fluidos, derretidos en una amalgama de amarguras. Creación, ínfulas y quimeras que apenas visualizamos correspondientemente. Los hechos son manipulados otra vez mientras queremos y anhelamos creer en algo, sin embargo, nos damos cuenta de que no se puede permanecer inalterable ante tales vaivenes de elucubraciones religiosas. Nos percatamos de que la levedad del tiempo no deja de ser imaginación, dado a luz por humanos, de que el sentido que queramos darle no lo tiene realmente. Nos debe dejar de procupar las lisonjeras y fútiles huellas en el almizcle del viento.
Repito y entono las cadencias de la muerte, del desempolvado reloj de siglos veinte, pavor al terror. Pareciera que a una le gusta repetirse eternamente en el vértigo, cayendo a kilómetros de fondo, sin saber qué hacer durante el transcurso. Simular lágrimas sin incipientes lamentaciones, cavilando en nimiedades y comparaciones sin razonamientos, es por ello, que me doy pánico, un miedo terrible a mí misma. Mis reverberaciones pesimistas adueñadas de optimismo, y elucidaciones que declaran como la mejor opción definitiva el nihilismo. Y es que, he de decidir y decir que las reflexiones son un juego de niños en el cual nunca gano ni pierdo, ni siquiera rellena un mínimo de diversión, es más, tortura, aburre, condensa, tensiona la situación. Es hora de pasar página, pues, como sé, ya me la he leído cientos de veces hasta comprender el último punto.
Repito y entono las cadencias de la muerte, del desempolvado reloj de siglos veinte, pavor al terror. Pareciera que a una le gusta repetirse eternamente en el vértigo, cayendo a kilómetros de fondo, sin saber qué hacer durante el transcurso. Simular lágrimas sin incipientes lamentaciones, cavilando en nimiedades y comparaciones sin razonamientos, es por ello, que me doy pánico, un miedo terrible a mí misma. Mis reverberaciones pesimistas adueñadas de optimismo, y elucidaciones que declaran como la mejor opción definitiva el nihilismo. Y es que, he de decidir y decir que las reflexiones son un juego de niños en el cual nunca gano ni pierdo, ni siquiera rellena un mínimo de diversión, es más, tortura, aburre, condensa, tensiona la situación. Es hora de pasar página, pues, como sé, ya me la he leído cientos de veces hasta comprender el último punto.
Tengo cosas más largas, pero no las cuelgo porque ya me cuesta bastante conseguir la atención de la gente con cosas cortas. Almenos pensaré que hay gente que me lee y no comenta. No sé como no te has vuelto loco/a escribiendo tanto tiempo sin comentarios. Al aire.
ResponderEliminarMi intención no es llamar la atención de nadie. Esto no es más que un mero rincón de reflexiones, ideas que se me pasan por la cabeza y no quiero que perezcan. Aunque los primeros textos me resultan vergonzosos, puedo visualizar la evolución.
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