Cae pesadamente la cabeza
sobre las piernas
y se sumerge en la bañera,
haciendo a las burbujas borbollear.
Una desentonada canción recuerda
y, de repente, se abre la puerta,
escucha del visitante el grito de sorpresa
a la vez que su mirada atraviesa
las cortinas de agradable color violeta.
Deseos de que el vapor desaparezca,
por un lado con ligereza,
y por otro con pesadumbre, que no perezca.
Las exhalaciones nerviosas se presencian,
de ambos contrincantes, sin intentar
una comunicación mutua, y mientras
esperan con pudorosa paciencia
que el acre sabor de la pereza
se transforme en movimiento, en meta.
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