Quién lo dijo. Los crujidos se expandían, había grietas más grandes día tras día, la cúspide que se había formado parecía a punto de extinguirse. En cualquier momento un fragmento de techo caería sobre mi cabeza y nada lo evitaría. Tampoco parecía importar la desintegración que el polvo leve auscultaba. Hoy fue tu día, naciste en la incipiente ola y el viento te arrojó contra las rocas sin misericordia alguna. En realidad no estabas ahí, sino más lejos, fuera de las fronteras. Las torres grises y el aliento del silencio me impidieron vislumbrar las pupilas del océano y su Llamada. Aunque sé que alguna vez... algún otro día.. volverá a quebrarse la noche en el segundo congelado. Y acudiré, con los párpados sellados, a la remota voz.
y la voz ya no estará allí.
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