Se hallaban enterrados infinitos tesoros... A cada tesoro le correspondía un navío, a cada navío un alma. Lástima que nadie podría nadar hacia un lugar tan extraviado del mundo y de la tierra para desenterrar alguno de ellos. Quizá en ese terreno de silencio y oscuridad hubiese alguna clase de luz que emergiera a la superficie a veces, en destellos de recuerdos. ¿Cuál era la capacidad de la memoria para afrontar esa luz? ¿Cómo podría salvar los tesoros esquivando la terrible oscuridad que los rodeaba?
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