Cuando eres consciente de que la situación ha superado los límites que esperabas ya dejas de estar un poco ahí, vas suspendido en el aire, flotando a la deriva sobre la abrumadora Nada. Y si es la primera vez el impacto viene con el mismo ímpetu que el de una ola chocando contra una roca, casi con la misma violencia e inclusive superándola. Luego te acostumbras, aprendes el sentido del infinito, de la repetición, todo acaba entrando en el bucle del sosiego, la calma inquebrantable en el mar de la fragilidad. Las estructuras se resquebrajan y muere la inspiración porque ya has vivido lo que debías de vivir, quizá con carencia de experiencias, pero eres capaz de presuponer, de intuir cómo serán las otras. Acabas por no querer escuchar una sola palabra más y que sea el viento (si es que existe) el que te diga cómo sentirás lo nuevo que aún desconoces, para luego... perder paulatinamente el amor y el odio, y rodar sobre una eterna aunque fría existencia...
Mal. Caerse y levantarse. Caerse de nuevo y volverse a levantar. Y si hay que caer otra vez, se cae. Mil veces eso que "rodar sobre una eterna aunque fría existencia" (es muy probable que lo esté diciendo "de boquilla". aprovecho que ahora lo siento así; ya veremos luego, cuando esté besando el piso)
ResponderEliminarYa me contarás...
ResponderEliminarSaludos y muchas gracias.