Se asfixia. Se apoya sobre el borde de la ventana abierta, a casi cien metros de altura. Es abrumador el paisaje que se encuentra a sus pies. Las luces, los coches moviéndose, la gente deambulando, el atardecer sobre el mar. Es todo tan bonito y también tan vomitivo. No sé cuántas veces en su vida había contemplado la misma escena y estaba demasiado cansado de ella.
Notaba cómo le temblaban las piernas, cómo le subía el pulso y su corazón bombeaba una y otra vez la sangre con mayor rapidez, cómo la saliva se quedaba atrapada en la garganta, cómo sus manos permanecían inmóviles y su cuerpo volátil. Iba a iniciar su descenso mientras cerraba poco a poco sus ojos... Los dientes quebrados, los brazos tiesos, cerró los ojos y no vislumbró oscuridad...
Vuelve a subir los párpados. ¿Qué es esto? ¿Vida? ¿De nuevo?
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