Tiembla el pálpito
¡que me da!
cuando escucho un estrépito
que no va a parar.
Y empieza de nuevo
el esperado silencio
y, mientras, se aleja
tu sombra y el reflejo
de tu osadía pulcra y sincera.
Veo cómo llueve en el espejo
y veo unas cristalinas lágrimas
en la huida del tiempo.
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