Las piezas del puzzle están oxidadas, roídas por las mismas ratas. Falta una, faltan dos... ¿cuántas faltan? Es un puzzle encajado por millones de piezas... falta ver en la imagen que aparece un rostro.. ¡tan solo uno!... el rostro de un fantasma. Empero se encuentra en lugar recóndito, alejado en una zona foránea para el público, un pequeño puzzle, una sacudida.... una terrible sacudida, parálisis ante tal rompecabezas. ¡Tiene tan pocas piezas... tan pocas...! Y a la vez parece que el tiempo le da magnitud, un tamaño abismal, parece que... que... ¡que se expande!
Es increíble que no puedan encajarse todas, tienen una forma extraña, una especie de clave, un enigma por resolver para que adquieran la verdadera figura con la cual será posible ensamblar las piezas... Y dime...¡cómo voy a resolver el enigma...! ¿Dime, por favor, cómo? ¿Cómo atisbar la lucidez necesaria para reagrupar números y letras, descubrir una palabra, acertar un acertijo...?
¿Acaso lo sabe usted? ¿Acaso no será viable dejar que las largas horas transcurran desesperadamente sin hallar respuestas? La incógnita se ve alterada a medida que las palabras se conjugan y cambia el rumbo del camino, empezando a adquirir relieve. Hay cientos y cientos de claves que se mueven a cada día que pasa... pero hay un momento en el que existe una ínfima posibilidad de descifrarla, el momento en el cual... la plena luz sea capaz de cegar los ojos, pudiendo tan sólo escuchar una leve voz, un pálpito interior susurrando en los oídos. Ese hálito -suave respiración- sabrá la respuesta, a pesar de que sea demasiado tenue para poder ser apreciada por cualquiera... habrá quienes se empeñen en oírla, y habrá alguien capaz de rozarla y aferrarla a su propia alma, capaz de vislumbrar, de escrutar a esa inerte voz... Y entonces... una nueva pieza podrá encajar.
Para ti V.
Precioso, espero más.
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