martes, 6 de septiembre de 2011

Abstraído mantienes tu mirada fija en la sucesión de líneas blancas, pasan uno, dos, cien. Desde la distancia te estoy vislumbrando aunque no me recuerdes, una lisonjera brisa rememora en tu mente una de aquellas numerosas siluetas que fueron y son nada en cada uno de tus días. Entonces es cuando entrechocamos en medio de muros de aire y me ruborizo en una espiral donde ruedo sobre mí misma  y me acerco despacio o  quizá demasiado rápido a ti, donde vuelvo a tener a cinco centímetros el mar, a tus ojos infinitos, perdidos. 
Tengo la sospecha de que ellos me penetran indefinidamente, contemplando a través de los míos lo que queda de mi alma, petrificando cualquier insignificante movimiento capaz de surgir de mí.

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