Está aglomerado de diversas vanidades, ansioso escrutando el firmamento. Una estrella inquieta se desvanece en la bóveda justo segundos después de que apartase la mirada hacia sus huellas. ¿Podría haberse escuchado el sonido de su crepitar? Quizás. Volvería a esperar, otra vez más. En la leve atmósfera pastosa se auscultaba una tesitura que le sumergía en las profundas aguas, muchas veces lograba salir ileso de cualquier daño, sin haberse chocado contra rocas, sin haber dilucidado ni un ápice de vapor de agua. Eso sí: completamente empapado. Con la noche tardaba más en secarse y la humedad derivaba en los perpetuos fluidos de cavilaciones sin demasiado sentido. Meramente nimiedades. Como escrutar el vívido reflejo de la sombra de un escuálido bicho que abruptamente desaparecía y, con ello, su penetrante zumbido. No podría dormir en este día sin realizar su ritual previo, respiración sosegada, puños apretados, ¿música?... y la misma náusea de siempre. Desconocía de qué dudar o qué reafirmar, el mundo se perdía en el devenir, el suyo... en la firmeza de una seguridad rodeada de ficción inquebrantable. Las sombras se diluían en la oscuridad de un cielo de bruma y cautelosas se dispersaban, persiguiendo a individuos con la pesada carga de las prisas. Vaya. Tal vez el pegamento podría quitársela, por un lapso escueto de tiempo serían estatuas sin poder desprenderse del suelo, de las raíces, atadas a cadenas de cemento. Empero no cualquier sujeto poseería dichos caracteres, algunos eran capaces de vivir con una tranquilidad cuestionable, cada uno, a su modo, manejaba las riendas dentro de la red en la que se encontraban atrapados. Dentro de aquella esfera había demasiadas arañas dispuestas a formar una crisálida con la cálida tersura de sus pieles, en estas disparidades ya habrían pasado a ser ciegos y no dispondrían de sus plenas facultades para percatarse de la nueva mazmorra. Sin embargo, las sorpresas se sucedían, por naturaleza el efluvio de bloques que adquirían relieve paulatinamente o inopinadamente provocaban una súbita adrenalina en el incontrovertible papel crítico. Tiraba abajo la muralla, y se construiría una nueva. La verdad es que ya era apreciable el fulgor de la luna y el tumulto se esfumaba, era la hora de que la concurrencia se amalgase en otras direcciones. Los recuerdos hacían cola esperando ser llamados, tan sólo podía creer en estos momentos en el vacío de ellos. Nada.... podría aferrarse al de pupilas, al de palabras, al de ejecuciones de actos escalofriantes por su certeza, al de... ¿una imagen? Sí, podría establecerse en el balcón de la displicencia de un rostro, por un muy imposible que fuese. Recordaría los rasgos... rememoraría la forma en que.. se movían los labios.. las frases.. las sílabas.. la expresión de los ojos.. Oh, qué tarde es, dijo mientras sus manos rozaban presurosas el rociado aire.
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