sábado, 10 de abril de 2010

Divagaciones

Es curioso que cuando se reproduce una y otra vez la misma situación, se acabe derivando en extremos. Si bien se puede llegar a aborrecer dicha repetición, o no, puede inclusive amarse, anhelar perpetuamente en el pensamiento, cuando, empero, una vez que se está produciendo el deseo se esfuma por los aires y se va muy lejos, a expandirse, como el gas. El porqué de odiar dicha cadencia es irresoluble, pues en lo más recóndito se ha de reconocer que ese aborrecimiento tiene un origen, que tendemos a acallarlo y erradicarlo de nuestra mente. Tanto es que no podemos soportar esa monotonía, que se nos resquebrajan los dientes y las entrañas cuando retorna su zumbido en nuestro oídos, pero nos extrañamos en el momento en que se esfuma, sentimos un alivio inexplicable. Hemos de insertarle a la repetición un sentimiento, una percepción, parece que irremediablemente tendemos a alterar los sucesos para comprenderlos, cuando no hay nada que entender. El tiempo transcurre y no lo hace de modo positivo ni negativo: sucede.

No hay comentarios:

Publicar un comentario