viernes, 30 de septiembre de 2011

La gente piensa
las mismas cosas
la gente dice
las mismas cosas
y todavía sigo sin saber
qué cosas.
Es tan insignificante como una sombra, la decadencia y, ellos, que no comprenden pero a veces me dan un poco de asco sin querer, en el fondo no los odio, aunque sea tan peligrosamente pegajosa esa atmósfera que crean... ¿Estás infectado o no? 



¿Puedes recibir la gracia desde sus minúsculos mundos?

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Si no aprendes caes. Cambio de estrategia.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Lo sé, lo sé desde el primer día. No lo confesé, ¿para qué?
Y en este punto sé que debo parar.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Nonsense

Esta vez, te cuelas, no te cuelas, esculpes una figura y el esquema, oh, el esquema. Frente al santuario acabó mi lectura, y plaf, ¿cayó o no cayó sobre mis manos? Estaba en ellas, cayó desde ellas hacia un lugar que no vi más. Adentro, en el pozo eterno, el agua seguía deslizándose al otro espacio, al otro mundo, pero lo aguardaría bastante bien en las tinieblas. Eco, eco. Retiemblan sobre los cimientos palabras que se repiten admirando a, anhelando a. Quién murió hipnotizado por un exceso de luz que le devolvió su figura inmaterial. Oh, quién.

lunes, 19 de septiembre de 2011

Emerge la imagen de...

"En las semanas que siguieron, arrasadas por la abnegación irresistible de Gekrepten y el aprendizaje del difícil arte de vender cortes de casimir de puerta en puerta, le sobraron vasos de cerveza y etapas en los bancos de las plazas para disecar episodios. Las indagaciones en el Cerro habían tenido el aire exterior de un descargo de conciencia: encontrar, tratar de explicarse, decir adiós para siempre. Esa tendencia del hombre a terminar limpiamente lo que hace, sin dejar hilachas colgando. Ahora se daba cuenta (una sombra saliendo detrás de un ventilador, una mujer con un gato) que no había ido por eso al Cerro. La psicología analítica lo irritaba, pero era cierto: no había ido por eso al Cerro. De golpe era un pozo cayendo infinitamente en sí mismo. Irónicamente se apostrofaba en plena plaza del Congreso: «¿Y a esto le llamabas búsqueda? ¿Te creías libre? ¿Cómo era aquello de Heráclito? A ver, repetí los grados de la liberación, para que me ría un poco. Pero si estás en el fondo del embudo, hermano.» Le hubiera gustado saberse irreparablemente envilecido por su descubrimiento, pero lo inquietaba una vaga satisfacción a la altura del estómago, esa respuesta felina de contentamiento que da el cuerpo cuando se ríe de las hinquietudes del hespíritu Y se acurruca cómodamente entre sus costillas, su barriga y la planta de sus pies. Lo malo era que en el fondo él estaba bastante contento de sentirse así, de no haber vuelto, de estar siempre de ida aunque no supiera adónde. Por encima de ese contento lo quemaba como una desesperación del entendimiento a secas, un reclamo de algo que hubiera querido encarnarse y que ese contento vegetativo rechazaba pachorriento, mantenía a distancia. Por momentos Oliveira asistía como espectador a esa discordia, sin querer tomar partido, socarronamente imparcial. Así vinieron el circo, las mateadas en el patio de don Crespo, los tangos de Traveler, en todos esos espejos Oliveira se miraba de reojo. Hasta escribió notas sueltas en un cuaderno que Gekrepten guardaba amorosamente en el cajón de la cómoda sin atreverse a leer. Despacio se fue dando cuenta de que la visita al Cerro había estado bien, precisamente porque se había fundado en otras razones que las supuestas. Saberse enamorado de la Maga no era un fracaso ni una fijación en un orden caduco; un amor que podía prescindir de su objeto, que en la nada encontraba su alimento, se sumaba quizá a otras fuerzas, las articulaba y las fundía en un impulso que destruiría alguna vez ese contento visceral del cuerpo hinchado de cerveza y papas fritas. Todas esas palabras que usaba para llenar el cuaderno entre grandes manotazos al aire y silbidos chirriantes, lo hacían reír una barbaridad. Traveler acababa asomándose a la ventana para pedirle que se callara un poco. Pero otras veces Oliveira encontraba cierta paz en las ocupaciones manuales, como enderezar clavos o deshacer un hilo sisal para construir con sus fibras un delicado laberinto que pegaba contra la pantalla de la lámpara y que Gekrepten calificaba de elegante. Tal vez el amor fuera el enriquecimiento más alto, un dador de ser; pero sólo malográndolo se podía evitar su efecto bumerang, dejarlo correr al olvido y sostenerse, otra vez solo, en ese nuevo peldaño de realidad abierta y porosa. Matar el objeto amado, esa vieja sospecha del hombre, era el precio de no detenerse en la escala, así como la súplica de Fausto al instante que pasaba no podía tener sentido si a la vez no se lo abandonaba como se posa en la mesa la copa vacía. Y cosas por el estilo, y mate amargo. "
[Fragmento de Capítulo 48 de Rayuela - Julio Cortázar]

viernes, 16 de septiembre de 2011

Yo, amante de la ineficacia de la importancia tal que en ella me excusaba, ahora estoy contemplando cómo rueda cabeza abajo y yo con ella, nos disolvemos en el desplazamiento, en el vórtice de una cascada que sólo se rinde ante la gravedad.
Adiós al existencialismo, de momento.

jueves, 15 de septiembre de 2011

Recuerdo progresivo

Roberto se encuentra parado frente al horario de la espera, de esperanza, esperanza de llegada. Que viene ya, me monto, me miran, me siento, los observo. Día a día dilucidaba una nueva caricatura en algún rostro desconocido, cada uno de ellos se asemejaba a otros tantos que habría reconocido sino hubiera sido que...
Quedaban muchos, a veces intentaba contarlos, pero los dedos de sus pies y manos eran insuficientes para el artificio humano de los días. Entonces comenzaba a delirar y visualizar cientos de dedos por el más impensable recodo de su cuerpo. Veo aquí otro dedo que sobresale de mi pelo enmarañado, un día más, agrando la longitud, estupendo. Y se ponía con esta y otras fruslerías en la guagua, mientras por el rabillo del ojo escrutaba a aquella mujer que lo miraba desconcertada y enfurruñada, como arrugada consigo misma -por lo demás, incomprensible para Roberto-. Había ocasiones en las que se sentía tan inconmensurablemente  observado que le daba por girar la cabeza a la ventana y, con suerte, no vería su reflejo. Le asustaba desde pequeño. Una vez le dio por repetir el movimiento de sus padres tan usual antes de salir y contemplarse frente al espejo, pero él se consideraba lo suficientemente valiente como para hacerlo solo, tal y como mamá o papá llevaban a la práctica. Aquel día habían salido a noséqué sitio, que si fiesta o celebración, que si tenían que ir guapos, etcétera. Justo segundos después de que se desvanecieran por completo las siluetas familiares tomó como vía irrevocable la gran decisión: el enfrentamiento con el espejo. Sus pies retumbaron por el suelo al levantarse del sofá y al cabo de un rato sus pisadas establecían como huellas imborrables el eco y... ¡bienvenido! Delante de sus pupilas veía otras pupilas, se quedó paralizado. ¿Era él realmente? Antes de llegar al punto de condensación vislumbró una figura llegando al lugar del inequívoco reflejo.. pero.. ¿cómo podría demostrar quién estaba ante sus ojos? Le arrancó a su indagación fragmentos de acobardamiento de manera que escogió su brazo derecho, así como lo haría cualquier diestro. <> Vamos allá, con lentitud y precisión, el dedo índice rozará esa masa metálica, poco a poco, quince centímetros, once, nueve, seis, tres, cero...
Oh,oh.
<¡Pero qué..!>, exclamó Roberto mientras cegaba fuertemente sus párpados, al rato volvió a abrirlos y... contempló a un humano a pedazos. Ya aquel conjunto de carne y hueso le resultaba más cercano, se sentía más él, ¿o no? ¿Y si se equivocaba? Abruptamente se escrutó, tocando cada parte de su cuerpo, no notaba pedazos. Él no estaba roto ni se había roto, era el espejo, el espejo ya no era el de antes, pero no le había hecho nada, sólo quiso tocarlo, es decir, tocarse, aunque lo estaba haciendo todavía, y sin espejo. No obstante aquello era tan distinto, en toda su plenitud vislumbraba su sombra,y ahora nada, trozos, trazos, retazos. Era una amalgama de pedazos con formas geométricas, muchos de ellos triangulitos que se incrustaban con otros. Ahora veía a un monstruo ante aquello, oh no. Papi y mami se enfadarían, y él no tenía la culpa, esta vez no les permitiría que... No, no. Esta vez se iría a buscar otro, otro igual, y habría reconcilio y, sobretodo, un imperante silencio. <>
A través de la ventana se contemplaba el paisaje húmedo del otoño tras una reciente lluvia que tenía ganas de prolongarse en las próximas horas, caían dos o tres gotas en la ventana que iban resbalándose sinuosamente por ella, Roberto se quedó como mirándolas sin mirar, intentando rememorar qué pasó después de... pero la guagua se había detenido en su parada, debía bajarse tan rápido como pudiera, que llegaba tarde.

martes, 13 de septiembre de 2011

-Suspense indefinido-.

jueves, 8 de septiembre de 2011

Intromisión inesperada en un bucle que uno no se espera.
Sólo se trata de unir las dos mitades que se repelen, aunque vuelva a surgir un polo norte y otro sur.

martes, 6 de septiembre de 2011

Abstraído mantienes tu mirada fija en la sucesión de líneas blancas, pasan uno, dos, cien. Desde la distancia te estoy vislumbrando aunque no me recuerdes, una lisonjera brisa rememora en tu mente una de aquellas numerosas siluetas que fueron y son nada en cada uno de tus días. Entonces es cuando entrechocamos en medio de muros de aire y me ruborizo en una espiral donde ruedo sobre mí misma  y me acerco despacio o  quizá demasiado rápido a ti, donde vuelvo a tener a cinco centímetros el mar, a tus ojos infinitos, perdidos. 
Tengo la sospecha de que ellos me penetran indefinidamente, contemplando a través de los míos lo que queda de mi alma, petrificando cualquier insignificante movimiento capaz de surgir de mí.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Y te clavas en mi mente tan profundamente que sangro, tan rápidamente como una constante, como un Pi, infinito, infinito.
Será en el nuevo milenio cuando resuciten los desconocidos, cuando tal vez... la magia se desprenda del sarcófago.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Si Silencio sí, Música Sí. Si Silencio no, Música no. Si Música y Silencio sí, entonces tú, siempre, sí.
Cada pieza que encajó se desvaneció. Me creyeron loca cuando les conté todo esto, con esa imposibilidad innata en el ser humano de comprender mis palabras y las sílabas que cada una de ellas implicaba. Por una vez estuve calmada, depositaron mi cuerpo en una especie de silla no acolchada y me confesaron la gran verdad:
- Solamente necesitas seis meses para curarte.