jueves, 15 de septiembre de 2011

Recuerdo progresivo

Roberto se encuentra parado frente al horario de la espera, de esperanza, esperanza de llegada. Que viene ya, me monto, me miran, me siento, los observo. Día a día dilucidaba una nueva caricatura en algún rostro desconocido, cada uno de ellos se asemejaba a otros tantos que habría reconocido sino hubiera sido que...
Quedaban muchos, a veces intentaba contarlos, pero los dedos de sus pies y manos eran insuficientes para el artificio humano de los días. Entonces comenzaba a delirar y visualizar cientos de dedos por el más impensable recodo de su cuerpo. Veo aquí otro dedo que sobresale de mi pelo enmarañado, un día más, agrando la longitud, estupendo. Y se ponía con esta y otras fruslerías en la guagua, mientras por el rabillo del ojo escrutaba a aquella mujer que lo miraba desconcertada y enfurruñada, como arrugada consigo misma -por lo demás, incomprensible para Roberto-. Había ocasiones en las que se sentía tan inconmensurablemente  observado que le daba por girar la cabeza a la ventana y, con suerte, no vería su reflejo. Le asustaba desde pequeño. Una vez le dio por repetir el movimiento de sus padres tan usual antes de salir y contemplarse frente al espejo, pero él se consideraba lo suficientemente valiente como para hacerlo solo, tal y como mamá o papá llevaban a la práctica. Aquel día habían salido a noséqué sitio, que si fiesta o celebración, que si tenían que ir guapos, etcétera. Justo segundos después de que se desvanecieran por completo las siluetas familiares tomó como vía irrevocable la gran decisión: el enfrentamiento con el espejo. Sus pies retumbaron por el suelo al levantarse del sofá y al cabo de un rato sus pisadas establecían como huellas imborrables el eco y... ¡bienvenido! Delante de sus pupilas veía otras pupilas, se quedó paralizado. ¿Era él realmente? Antes de llegar al punto de condensación vislumbró una figura llegando al lugar del inequívoco reflejo.. pero.. ¿cómo podría demostrar quién estaba ante sus ojos? Le arrancó a su indagación fragmentos de acobardamiento de manera que escogió su brazo derecho, así como lo haría cualquier diestro. <> Vamos allá, con lentitud y precisión, el dedo índice rozará esa masa metálica, poco a poco, quince centímetros, once, nueve, seis, tres, cero...
Oh,oh.
<¡Pero qué..!>, exclamó Roberto mientras cegaba fuertemente sus párpados, al rato volvió a abrirlos y... contempló a un humano a pedazos. Ya aquel conjunto de carne y hueso le resultaba más cercano, se sentía más él, ¿o no? ¿Y si se equivocaba? Abruptamente se escrutó, tocando cada parte de su cuerpo, no notaba pedazos. Él no estaba roto ni se había roto, era el espejo, el espejo ya no era el de antes, pero no le había hecho nada, sólo quiso tocarlo, es decir, tocarse, aunque lo estaba haciendo todavía, y sin espejo. No obstante aquello era tan distinto, en toda su plenitud vislumbraba su sombra,y ahora nada, trozos, trazos, retazos. Era una amalgama de pedazos con formas geométricas, muchos de ellos triangulitos que se incrustaban con otros. Ahora veía a un monstruo ante aquello, oh no. Papi y mami se enfadarían, y él no tenía la culpa, esta vez no les permitiría que... No, no. Esta vez se iría a buscar otro, otro igual, y habría reconcilio y, sobretodo, un imperante silencio. <>
A través de la ventana se contemplaba el paisaje húmedo del otoño tras una reciente lluvia que tenía ganas de prolongarse en las próximas horas, caían dos o tres gotas en la ventana que iban resbalándose sinuosamente por ella, Roberto se quedó como mirándolas sin mirar, intentando rememorar qué pasó después de... pero la guagua se había detenido en su parada, debía bajarse tan rápido como pudiera, que llegaba tarde.

No hay comentarios:

Publicar un comentario