lunes, 28 de septiembre de 2009

Sunrise

Repiquetean gotitas turquesas en tus cabellos. Tus ondulaciones azabaches se entremezclan con tu caótica y casual sonrisa. Los destellos marfiles evocan el antaño que tanto anhelas y deseas extirpar. Ellos, exacerbados siguen realzándose por encima de la multitud, con resquicios de melancolía. Tus pupilas indagan bifurcaciones. Divulgando la enseñanza del silencio extremas tus gestos adimensionales y te ríes. Rehaces lo deshecho y retornas a tu quietud. Apoyado en una nube, caes sosegadamente a las estrellas. Y, mientras, tu imperturbable sonrisa permanece.

viernes, 18 de septiembre de 2009

a

Ilumíname. Reconfórtame con tus palabras. Acércate. Compréndeme. Absorbe toda la empatía posible. Olvídate de estadios ahogados en la melancolía. Recuerda el silencio propicio a cada inhalación. Exhala nuevamente. Erradica las secuelas del veneno, y de las lágrimas. Grita. Por favor HAZLO. Sacúdete las virutas de nervios. Rechaza las comodidades lingüísticas. Abrúmate con amagos de bienvenida. Abrazáme, abraza tus defectos. Escúchame, yo también lo haré. Confiemos en el impredecible porvenir. Veamos la pulcra verdad con ausencia de criterios. Temamos el miedo, que no sea al revés. Y, acuérdate, deja translucir el reflejo de tus pupilas. Ellas conocerán TODO.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Es viejillo

Doce de septiembre, subiendo los pantalones poco a poco está ella. Se dispone a salir por la puerta. Ha llegado mediante el transporte diario a su nuevo lugar en el que transcurrirán todos los nuevos acontecimiento que cambiarán su vida. Allá va. Por fin, entra en su clase.
Levanta la vista para observar a los nuevos individuos desconocidos que le ofrecerán un espacio entre sus pensamientos y la realidad. El brillo en los ojos permanece y decide quedarse, se renovarán las ilusiones. El ambiente se turba y un tumulto de voces dificultan la escucha pero ya se distancia. Traspasa la puerta y se dirige a sus alumnos. Comienza la fiesta.
- Sobran presentaciones. Aquí todos nos conocemos.
Pero ella seguía preguntándose quién era él y quién ellos. Con aquellas palabras habían finalizado las posibilidades de un buen comienzo.
Acabó la jornada y se quedó con el amargo placer de aquella bienvenida, simplemente le gustó, quizá por lo atípica que había sido.
Al transcurso de los días posteriores fue adquiriendo mayor confianza con aquel singular ser, sobretodo en aquel momento, ese en el que ocurrió aquella desafortunada coincidencia.
Ella se encontraba cavilando a medida que acentuaba sus pasos por el lánguido pasillo mientras recordaba la conversación de ayer con aquel amigo que había sido el mejor de todos, y sin embargo, ahora no constituía más que un estorbo. Discutían acerca de los tiempos futuros que sufriría la sociedad, estúpido tema del que hablar, pero suficiente para estallar el último átomo que quedaba para que se disolviera por completo aquel artificio que era su amistad. En la madrugada, las nubes habían inundado el cielo hasta precipitar en la tierra. Y no sólo en ella, por algún motivo, se había formado un minúsculo charco acuoso en el suelo del pasillo. Tras insignificantes lapsos de tiempo, apareció él con su supremacía al extremo y su mirada contemplando el vacío, cosa que le permitió no observar aquella húmeda mancha y que le proporcionó un lacerante impacto contra la superficie. Perdió todo equilibrio, apenas podía levantarse. Sin embargo, ella había advertido una presencia ajena a sus pensamientos, que hizo que silenciosamente examinara la escena. Fue realmente entretenida, aunque ella no tuvo el coraje de reírse. Prefirió acercarse y ayudarle a apoyar sus pies sobre el suelo evitando deslizamientos peligrosos. Se había oído un crujido y tras unos segundos él pudo apreciar cómo había afectado su tonta caída a su rodilla. No podía sostenerse sobre sí mismo. Ahora no sólo ocurría psicológicamente, sino físicamente. Ya no sabía qué haría, lo que faltaba para que se desmoronara por completo aquello que creía poseer. Pero, de repente, apareció aquel rostro cercano y tan inocente que había visto hace tan sólo unos minutos. No podía destapar todo el afloramiento que hubiese querido, esta vez, tendría que fingir.
- ¿Te has hecho daño? - susurró casi evocando una lejana melodía mientras agarraba sus brazos.
- Creo que no, pero gracias. Deberías estar en clase en este momento, ¿qué es lo que haces aquí?
- Rescatarte de tu naufragio, vaya caída. Además, me parece que ha resultado herida tu rodilla.
- Sí, de eso ya me encargo yo. Ve a tu aula.
- De acuerdo, nos veremos ahí después.
Él intentó caminar, pero algo lo arrastraba e impedía que continuase su camino.
- Espera, chica.
- Tengo que estar en clase, ¿recuerdas?
- Sí, pero no puedo moverme, llama a alguien. Por favor.
- No te preocupes. Déjame llevarte al piso inferior al menos.
- Si no queda más remedio.
Entonces, sus ojos se apoderaron de los de ella, y penetraron hasta que uno de los dos no tuvo más remedio que desviar la mirada. Ella sostuvo su brazo en su hombro mientras le daba un medio abrazo, él cojeando, intentaba apoyarse lo mínimo en ella. Sin embargo, su perfume estaba demasiado cerca, y no pudo evitar entrecerrar los ojos cuando detectó aquel aroma fresco. Se giró y vislumbró anonadado su rostro, tan hermoso como la luna en un cielo nocturno despejado. Sintió el impulso de rozar levemente sus labios, pero abruptamente, se enrojeció. No era más que una niña.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Por la noche

El sonido producido por mi respiración me inquieta. Tanto así como las elucubraciones que invaden mi mente sin llamarlas ni teniendo yo pretenciones de ellas. Aunque están de mi parte. Me hacen sucumbir a la ilusión en la más sosegada tesitura: cuando mi cuerpo no da señas de cordura ni postura alguna. Ese instante en el que me encuentro tumbada en la cama, fingiéndome dormida hasta que la incisiva realidad me obliga a levantarme o, en cambio, pienso que en vano me sirven mis reflexiones y que más sueño que ganas de cavilar tengo. Ahí es cuando me siento plácidamente conforme con la situación, pues parece siempre que algo estrambótico, renovador y mágico me cautivará en el próximo día. Ni siquiera divago sobre acontecimientos recientes que produjesen en mí fuerte impresión. Sólamente me arrastran vagas ideas de un deslumbrante cambio que aumentase mis latentes pulsaciones hasta un absoluto descontrol.

Fragmento

"En ocasiones se sentía como la hoja que cae de un árbol pero que por su forma de barco se empeña en desafiar las leyes de la gravedad y, en lugar de pasar a convertirse en alfombra del prado junto a millones de hojas semejantes, opta por elevarse atrapada por una caprichosa corriente de aire y comienza a volar de un lado a otro, sin rumbo aparente, sin destino marcado, para ir a parar a una cornisa y de allí al parabrisas de un automóvil que la llevava muy lejos, hasta permitir que en una pronunciada curva se desprenda y navegue de nuevo sobre otra corriente de aire en una larga andadura que la impulsa a penetrar en la habitación de un niño huérfano, que al verla imagina que es un mensaje que le envía su madre desde el cielo, la guarda entre las páginas de su libro predilecto y le cuenta sus penas cuando se siente solo.
No es más que una hoja seca, semejante a millones de hojas secas, pero a la que una casi imperceptible curvatura le evita acabar en una hoguera y la convierte en consuelo de un ser profundamente afligido."

"Coltan" - Alberto Vázquez-Figueroa

Droga

Prevenida de rozar levemente a alguien con mis manos, brazos o bolsos (o bolsas, que viene a decir lo mismo) me dispersé entre la multitud en búsqueda de la pieza perdida. Sucia, podrida, en pleno estado de descomposición, pero formaba parte de ciertos recuerdos que no tenía el valor de olvidar. Transcurridas unas horas con cara de loca mirando de pies a cabeza a cualquier individuo que me produjese extrañeza desenfilé hasta un atajo que desembocaba en una estrecha calle. No se podía ver con claridad la velocidad con que las nubes cambiaban de forma, pero distinguía las pintorescas edificaciones que me tenían acorralada. Al principio no lo noté, porque andaba tan profusamente sumida en mis elucubraciones que había ignorado el atrevido silencio de la dichosa callejuela. Es más, el pavimento se hallaba en condiciones deprimentes y a la vera de los edificios había un elevado puñado de sujetos medio borrachos, dormidos y vestidos con probablemente la única ropa que habían tenido durante años. “No los mires”, me susurraba para mis adentros, no obstante, era inevitable. Me preguntaba mientras los observaba qué cosas tan terribles habrían hecho para llegar a ese lamentable estado y qué sería de mí cuando pasaran los años. ¿Me arrepentiría de los errores cometidos en el pasado? ¿O, en cambio, estaría disfrutando como una condenada mientras ellos seguían corrompiéndose a sí mismos? Desde luego, no hallé la respuesta. Continué mi camino y atisbé el cercano sonido de una guitarra. Un tipo con cigarro y pintas de haberse drogado la tocaba descalabradamente bien y con un indómito virtuosismo. Me acerqué y me senté a su lado, midiendo las posibles consecuencias. “¿Quieres?”, me insinuó ofreciéndome un cigarrillo y fuego. No dije que no, ni tampoco acepté, sólo hice un ligero movimiento de cabeza que él interpretó como un sí. Dejé volar mis sueños mientras inhalaba el humo y la música recorría mis venas.

martes, 8 de septiembre de 2009

¿Qué sucede?

Se escurren las posibilidades tras cada nueva sorpresa que acabo desenmascarando, detrás de ellas no hay más que resquicios de otras anteriores sin aportar una nueva exigencia. Sacudo la cabeza cuando tengo que decidir si tomar una u otra desviación y distingo en el medio de ambas un color grisáceo oscuro, turbio, pero al mismo tiempo con cierto grado de un destello cegador. Me arriesgo a no escoger y andar parsimoniosamente por su grisáceo medio, sin saber a qué atenerme. La curiosidad corroe por mi sangre transcurridos ciertos momentos tardíos, sucede algo auténticamente inaudito: mi mente se ha transformado. Los pensamientos ya no me atacan y amenazan con destruirme, pareciera que jamás hubieran estado ahí. Discurren los sonidos de mis pasos mientras intento capturar una remota idea. No. No puede ser, mas ha sido demasiado imprevisible como para haberlo evitado. Vacío. Y esta vez es auténtico. Ni siquiera eso.

domingo, 6 de septiembre de 2009

Poema

Al fondo percibo una vibrante melodía

Mientras presa de delirios me hallo

Dibujo demacradas figuras a tientas

Con los puños bien cerrados

Se transporta al silencio mi agonía

Y mis insondables pupilas aparto

de la nebulosidad de la atmósfera

Palpitante prorrumpe un trago

Amargo de remotos recuerdos

Y, la música, se sigue escuchando

Hogar

Permaneció en un estado de quietud inalterable, apenas resucitaban divagaciones. Se había compuesto de una maraña de sinsabores cuando sucumbió a la realidad. Resaltó una tenue luz en su rostro y de pronto, se sumió en la oscuridad. Vagamente rememoró los tiempos en los que la simple brisa originaba una complacida sonrisa. Sin embargo ahora se permitía el lujo de ser exigente: con eso no bastaba.
Anduvo por la estancia cavilando de un lado a otro, sin dejar ni por un segundo aquella agitada respiración hasta que logró dilucidar algo. ¿Era tal vez la solución? No fue la primera ni última vez que se le pasó cosa semejante por la cabeza. Seguía sin ver más alternativas así que decidió arrojarse a tales vaivenes de agridulces alegrías.
Se trasladó lejos, todo lo que pudo de aquel infernal lugar, hasta que regresó a sus orígenes. Cerca del mar, donde fue concebido. Su inconfundible esencia había cambiado, aunque en el fondo sabía que el acogedor rincón donde se fabricaron remotamente sus sueños más exquisitos aún persistía.