martes, 20 de noviembre de 2012

Mi mirada inerte ya no te escribe. Oh, por qué huele tan bien la sangre para este cuerpo. Veo cómo mis labios devoran el silencio que les corresponde, y cuántas veces nace espontánea la palabra y se desvanece en sus murallas. Y cuántas veces las pupilas vuelan hacia el subsuelo, el abismo del vacío, provocando la aparición de las víctimas totalmente culpables. Sí, completamente. En la más absoluta devastación, en el infinito universo de cadáveres de ideas y pensamientos, es ahí donde les vislumbro. Pero yo estoy tan lejos, tan lejos... en aquel lugar en el que el silencio deshace lentamente mi carne. Lástima que el vértigo sea un temor al que aferrarse, lamentablemente no podré descender... Oh, y podrían, podrían... resucitarlas, sí, por favor, por qué no las traen a la vida para mí.

jueves, 8 de noviembre de 2012

No lo sientes, témpano de hielo. El frío sólo quema, incapaz de apreciar cualquier ligero cambio de brisa. Hoy toco el aire con los dedos alzados al cielo, contemplando las partituras infinitas que no sé tocar, lo inabarcable que mis dedos no pueden plasmar sobre las teclas. A veces las estrangulo como si fueran lágrimas descendiendo con la misma fuerza que un cuerpo arrojado desde un sexto piso, pero no lloran... Jamás lloran...

martes, 6 de noviembre de 2012

Formo parte de la danza del mundo, en la cual giro alrededor de una idea que justifique mi propia existencia. Podría apreciar lo puramente nuevo, sin ápices de otros seres, todo aquello respaldado en los pilares de la originalidad, sacado de la mente claro y húmedo como una gota de agua. Es una verdadera tragedia el viaje desde la nada hacia la nada, esta búsqueda hacia el sentido donde sólo cabe el presente y se vislumbra constantemente el futuro. Quizá la peor de las tristezas sea la consciencia de una presencia mental de un yo que aparentemente existe cuando no es así y luego todas esas liosas proyecciones de uno mismo en los otros. Todo para tratar de definirse. Pero el mejor dibujo es el que trazan estos dedos vibrantes y dudosos, anhelando la contemplación de lo invisible.