lunes, 14 de septiembre de 2009

Por la noche

El sonido producido por mi respiración me inquieta. Tanto así como las elucubraciones que invaden mi mente sin llamarlas ni teniendo yo pretenciones de ellas. Aunque están de mi parte. Me hacen sucumbir a la ilusión en la más sosegada tesitura: cuando mi cuerpo no da señas de cordura ni postura alguna. Ese instante en el que me encuentro tumbada en la cama, fingiéndome dormida hasta que la incisiva realidad me obliga a levantarme o, en cambio, pienso que en vano me sirven mis reflexiones y que más sueño que ganas de cavilar tengo. Ahí es cuando me siento plácidamente conforme con la situación, pues parece siempre que algo estrambótico, renovador y mágico me cautivará en el próximo día. Ni siquiera divago sobre acontecimientos recientes que produjesen en mí fuerte impresión. Sólamente me arrastran vagas ideas de un deslumbrante cambio que aumentase mis latentes pulsaciones hasta un absoluto descontrol.

No hay comentarios:

Publicar un comentario