jueves, 28 de julio de 2011

El paseante

Deambulaba de un sitio a otro, de aquí para allá. Seguía la pista del sol, fervorosamente convencido de que era aquel y no otro el camino correcto para alcanzarlo. Sin embargo, escuchaba de vez en cuando atrocidades sobre la colosal estrella, cientos de voces rugían advertencias, pero jamás las justificaciones de las mismas. Entonces, ¿qué podía creer? ¿Y si la amalgama humana ostentaba la realidad en sus palabras? No podía pararse a profundizar en las sílabas foráneas, no le sería más útil que la vorágine de confusión en la que lo emergían. No era, pues, eso lo que deseaba. En realidad nada concreto, sólo una mirada recíproca entre el fuego y él, alzarse y confirmarle la existencia de la humanidad.
<¿Y... qué sucederá cuando lo alcances?>
El paseante omitió cada gesto que pudiese implicar una autorrespuesta, diáfana y pura la solución: retractarse.


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