sábado, 29 de diciembre de 2012

Soy un desgraciado, un maldito. Soy la escoria, la náusea. Pero todos reclaman mi presencia y mi nombre. Todos pecan para mi placer y lamento, saciando las lágrimas que yo estoy lejos de verter. Miedo, miedo, miedo. Angustia ante el miedo. Pavor a la paralización del cuerpo cuando no hay nada que hacer, cuando no hay nada que poder controlar. Todo queda fuera del interior, todo aquello que podríamos manipular. Afortunadamente puedo tener el poder sobre ustedes, la honestidad muere con la niñez... ¿Merece la pena vivir en una mentira? ¿Cuál es el magnetismo del engaño?

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