domingo, 22 de marzo de 2009

Cavilando...

Como un trozo de comida que aún no ha acabado de ser digerido, que comienza a descender y se hace un nudo en la garganta, empieza a asfixiarte, muy lentamente. Así es como la verdad hace mella en todo mi cuerpo. Recuerdo mi sueño, anoche soñé de nuevo contigo, adoro soñar contigo, quiero hacer mi mundo contigo. Me gustaría que soñásemes juntos y creásemos un mundo nuevo, alejados de todo cuanto pueda atormentarnos, de los miedos, de la desconfianza, de los malos comentarios, de los años. Adoro dormir y soñar, y ambas cosas suceden con muy poca frecuencia a la misma vez. Soy una perezosa, pero me encanta, amo, ¡adoro! soñar. Adoro los sueños, en ellos todo, absolutamente todo, se hace realidad.

Cuando la mentira se transforma en reaidad en mi mente, en mi cabeza, alcanzo mi éxtasis. No puedo evitar sonreír al creer que hay cosas, pequeñas metas, sueños, que sí pueden llegar a cumplirse. Pero los grandes no. Las grandes metas que aún no me he propuesto ni tengo intención de proponérmelas no verán su llegada. No se realizarán dichas metas, porque no existirán. Me cansé de soñar y de tener esperanzas. Y como sé que no se cumplirán, me limitaré a soñar que absolutamente se cumplirán todos -¡todos!- en mi querida cabecita. Eso llega a ser realmente hermoso.

Los sueños, sueños son. Y lo hermoso, siempre es hermoso. Puedes distorsionar. Sí. Pero si tu percepción tiende a verlo hermoso, lo será; y mientras que esa percepción no cambie, sucederá de tal forma siempre. Por tanto, dispuesta completamente a soñar estoy.

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