domingo, 10 de enero de 2010

Mar

Marea, cómo cambias. Amanece otro día y sosiegamente destierras la vidriosa espuma de tu lado. Y transcurre uno y uno y uno, nuevo, nuevo, siempre nuevo, eternamente, con diferencia al anterior. No fluye el mismo agua dos veces por el mismo río. Azul que has desaparecido, tu fútil llama perdura avisándome de la metamorfosis, que pareciese que ahuyente, sí, culpable única, sí misma. Cambia, cámbialo, pronto, ya. Sin más trascendencias, tengo propósitos, en los que los incluyo y a la vez los excluyo. Necesito intimidad para una cosa y no para la otra. Me amoldearé a tus conveniencias si así lo deseas, te narraré los sucesos y si te desgastan mis ideas, lo siento. Clausúrame y prohíbeme las palabras. Aléjame sinceramente de tu lado. O aprisióname. Porque diré, que mucho más fuerte de lo que pudiese aparentar soy, sí, así es. Qué miedo. Que tengo mucho, tanto, por delante, que lo voy a lograr, abarcaré todo lo posible. Sí, esperemos que sí.

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