miércoles, 16 de marzo de 2011

Breve,

Se incrustan las espinas en las entrañas de la piel, te drenan, toman tu respiración. (Porque es ahora cuando empiezas a respirar.) Estabas sumergido, impertérrito, flotando bajo el agua y contemplando a los peces, asfixiándote con retazos de la memoria. Y lograste desprenderte de las cadenas que te ataban a las profundidades para caer en la fría atmósfera y vivir y ser aire, para establecerte en un sopor intolerable e indudablemente fatuo. ¿Qué podías hacer? Cada una de las disyuntivas te transportaban al averno, y tenían que ser precisamente dos, chocantes y sinuosas. Quizá estabas mejor en el océano, pero sospechabas desde hace mucho una incapacidad innata para nadar, no era tu elemento, por supuesto que no. Tampoco el aire, ¿quedaban otros dos, no? Alguno tenía que caer, la magia sería potenciada en uno de ellos, el círculo tornaría en un ciclo de más ciclos, en constantes bucles. Seríamos ahora muchos círculos rotando sobre nosotros mismos en el Eterno Ciclo, y todo se volvería a repetir, una y otra vez. La simplicidad irrumpiría en el miserable espacio de tres dimensiones, padeciendo y saltando por aquellas proposiciones remotas, por vanos sentimientos humanos, por nuestra intrínseca irracionalidad. La cadencia daría lugar a una enseñanza, empero apenas visible por la nebulosidad de cada acto, por su irremediable impacto visual en nosotros. 
Mira, contempla cómo se clavan parsimoniosamente. No hay sangre, ya toda fue desperdiciada, lento, inmóvil, intentas defenderte porque sabes que está en ti poder hacerlo, sin embargo no se puede combatir contra la flora ni la tierra arrojada demoledoramente a los hombros, una carga más. Te aprisionan acortando tus inhalaciones y acelerando vertiginosamente tu pulso. Tus brazos inertes hacen un amago por retomar oxígeno, aunque a medida que transcurren los segundos se hacen más débiles... mucho más de lo que creíste que podrían llegar a ser, sí, esos no son tus brazos, no, no son tus manos, no es tu cuerpo, el líquido espeso no es tuyo, ni las cicatrices, tú no, no estás ahí, nunca has estado ahí. Y de pronto te das cuenta de que eso sucedió ayer. 

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