viernes, 10 de junio de 2011

Magnetismo

Oh, magnético atardecer, en tus entrañas querría disiparme. Me atraes como si fueras un imán hacia la noche, soy un inservible fragmento de hierro. Veo cómo zumban las hojas verdes con el rumor del viento y paseo percibiendo el peso de cada única y fútil pisada -una huella sin nombre-. ¿Cómo sería si mis ojos dejaran de funcionar? A veces creo que las cosas se tornarían inexorablemente azules, o blancas, si sucediera, los olores y el sonido de una violenta ráfaga inundarían de lleno las cavernas de mi alma. Y todo se podría sentir de verdad, despegándome de la realidad que sellan mis ojos, de toda la lucidez distorsionada de mi vista. ¿Qué habría en la cabeza? Mis pensamientos son como imanes de tamaño indefinido, cada uno de ellos tiene un polo norte y sur, ellos pueden realizar lo imposible, complementarse: unión y división. Son las fuerzas magnéticas las responsables, y por mucho que se quiebren siempre reaparecerán los dos polos buscando al contrario para volver a fundirse en uno. Y así con el conglomerado de ideas caóticas, terminando por formar un todo donde no cabe una única vía, sino dos. Donde las dimensiones se desvanecen y pierden el sentido, donde la verdad se desdobla y pierde la remota veracidad que podía haber ostentado. En el frenesí del magnetismo mi cuerpo se acaba transformando en otro simple imán más, desconociendo cuál es el norte y corriendo el peligro de quebrarse otra vez y verse forzado a reorientarse hacia un punto indefinido. Entonces, ¿puedes anhelar claridad en una respuesta evanescente?
Ahora soy un alma con electrones, con un campo magnético, deambulo por una calle, las estrellas se inclinan a no desvelarme. El dulce atardecer originó mi rendición a la gravedad de este lugar grisáceo. Me guío por mis pupilas, vislumbran la luna mientras mis párpados tan sólo desean oscuridad. Es eso lo que quiero ver. Y lo que veo. Una luz, de pronto, me proyecta en el suelo. Creo que es mi figura lo que hay ahí. La voz de la noche me está llamando, me veo atraída hacia ella, me caigo sobre mí misma, desorientada. ¿Dónde está el otro polo? Lo llevo dentro, nada ha salido fuera. Tan sólo necesito...
Tengo que dejarlo ir, que salga de verdad ese imán, mi cuerpo se está moviendo sin mi permiso hacia arriba. Alguna fuerza lo está atrayendo ineludiblemente hacia, hacia...

No hay comentarios:

Publicar un comentario