domingo, 16 de enero de 2011

Roja.

Este incipiente resquemor
permanece conmigo
y contigo.
Esta disonante adicción
se diluye silenciosa
por los nichos de la incomprensión.
Insolente e irrespetuosa
se devana en la razón
y sucumbe a la estación
de invierno, de la flor: 
oh, ¡gélida rosa!...
Por los rastros de mis dedos
permíteme que fluya la sangre roja.

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