miércoles, 18 de agosto de 2010

Librería (En marzo)

La chica del pelo rizado cogió sus cinco folios de aire y tinta imaginaria y salió a la calle para encontrarse con el personaje de su obra. Se dirigió, en primera instancia, a la librería más cercana, a unos dos kilómetros, había barajado la posibilidad de ir caminando a la par que creaba historias con lo que vislumbraba, pero eran las siete, y la librería cerraría a las ocho. Así que arrojó sus pensamientos y salió corriendo hacia la parada, perdiendo ya tres de sus folios. Al transcurso de escasos minutos apareció la guagua, subió y mientras manejaba el dinero del viaje, el chófer la interrogaba:
- ¿A dónde vas, niña?
La chica se ruborizó, intentando averiguar las palabras idóneas hasta que acabó balbuceando:
- Voy… voy… voy a la librería más cercana.
Los oyentes de la conversación y el mismo interlocutor se echaron a reír. Los mofletes de la niña se hincharon de fuego, y cabeceando, le entregó el dinero y se dirigió a los asientos más aislados. Cuando llegó a su parada, apenas le quedaba un folio semi-rasgado por sus inoportunas ideas. Se apeó y aceleró el paso hacia la librería. Mierda. Otra vez esta eterna cola, “debes coger un número” le decían. Arrancó uno de ellos y se sentó en el suelo a esperar mientras el resto la miraba anonadado y con muecas de desacuerdo, mas ella no se dejó intimidar por aquellas escrutadoras miradas pues se hallaba excesivamente concentrada en su historia. Cinco líneas, veinte, sesenta, parecía que aquel vómito no tendría fin, pero al rato, oyó uno voz gritando su número. Entonces, se levantó y dispuso a pedir lo que tanto anhelaba:
- Buenas tardes. Me gustaría saber si… posees un libro que… que arregle los pensamientos.
- Ah. Te refieres a estos de auto-ayuda. Podría servirte mucho uno que tengo de…
La interrumpió bruscamente:
- No, no es eso lo que busco. Quiero uno que cure pensamientos desarraigados.
- Niña, lo siento pero de esos no tengo.
Se observaron recíprocamente con cara de odio, atisbándose en la chica su insolencia ináudita y enfado irracional.
- ¡Pero qué clase de librería es! Llevo una semana entera recorriendo hasta el último recodo de esta ciudad, y llego a la última y me encuentro con esto.
- Lo sentimos. ¡Siguiente número!
Defraudada ya, se dispuso a retornar a su hogar, aunque desde luego antes se daría un paseo por aquel barrio, a ver si lograba llegar a cien líneas.
- Oh. Disculpe señor, no veía por donde caminaba.
- Tenga más cuidado. - Le respondió con rostro de odio.
En fin, mejor dejaría la visita para otro día, ya se hacía de noche y no disponía de demasiada batería. 
Transcurrieron los minutos y ya estaba de vuelta. Directa a la cama, la había agotado tanta indiferencia y acritud. Hoy el mundo es demasiado incisivo, tal vez mañana girará la rueda y... será distinto para mis ojos.

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