martes, 6 de marzo de 2012

Aborrezco no poder incitarte a que aborrezcas, es tan insoportable, tan insoportable como su maldita presencia en mis espaldas. ¡Maldita sea! Calla de una vez, calla, calla. No lo hará, no puedo impedir que lo haga, me paraliza. Ya he perdido la puñetera esencia del vacío para la incrustación en la demoníaca locura. Joder. Qué hacen retumbando sobre mis oídos unas fútiles cuerdas. Por lo demás, ya no llueve, ya no las escucho mientras llueve, ya no hay repiqueteo, ni gotas que caen sobre otras gotas. Ya no hay silencio. Ya no hay música. Ni siquiera hay desesperación. Ni siquiera hay locura. Sólo condensación, el frío de la indiferencia.

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