Fuimos a coger su azul cuando apenas nos habíamos percatado de que el cielo se había echado a volar, huyendo tal vez de nosotros o del resto que quería arrebatarle su esencia. Se alzó a tal altura, a tal abismo, que lo perdimos de vista, estando condenados inexorablemente y para siempre a la ausencia de azul. ¿Algún día volvería, diáfano u obscenamente oscuro? ¿Alguna vez volveríamos a escrutar hacia el firmamento sin apreciar únicamente el negro?
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