martes, 21 de abril de 2009

Abstractos (Aún sin título)

Luz es lo que atraviesa el cuerpo
un resplandor ennegrecido, mugriento,
que no alcanza del rayo la fugacidad,
no llega a cubrir su aliento
un mísero, impenetrable, suspiro
es lo que cubre de velo toda el alma,
se ríe de ella, histérica,
del alcance que tiene en su vida.

No es más que un reflejo,
se acerca su silencio,
y, sin palabras, se halla el muerto,
él no podrá solucionar el entuerto
en el que a su corazón ha puesto,
su ser transmite bocanadas de lamentos
el aire se los arrebata
como el mar azota el viento.

Llegó la hora de su muerte,
su alma que jamás tuvo sentimiento
logra escapar de su cárcel, candiente,
árdida ella, asfixiada en su calor,
pierde por fin, logra la batalla.
Acabó todo, se extirpó
la última gota de esperanza.
Tal vez, quizá, ella sola descubrió
que su muerte nunca estuvo ahí
sino que sólo ella la creo.

Nunca negó, como si de un efímero albor
se tratase, que la causa de cercana muerte,
fuera el terrible lamento de grave labor
que consistiese en extraer su idea permanente
de antojársele traer su camino a la razón
que ella misma creo en su mente
toda su esperanza se limitó
a imaginar sin forma aparente
una realidad que de satisfacciones llenó.

Sin embargo, dolor le trajo únicamente,
ahora, su perfecta muerte logró
con su afilado puñal, ligeramente
todo su cisma al instante ultrajó,
de una nueva vida es sobresaliente
la renovada esperanza que el alma aguardó.

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