lunes, 22 de junio de 2009

Fuego

Cerró los párpados mientras escuchaba aquella última sonata. Sí, la recordaba a la perfección, conocía hasta su nota más imposible. El piano hacía tiempo que ya no sonaba en aquella casa, no tenía suficiente fuerza como para volver a él. Cada vez que le dirigía una escueta mirada, desviaba los ojos a su alrededor y contemplaba estupefacto el desorden que había creado. No podía comprender el porqué de ese caos, no recordaba su origen. Sin embargo, él estaba allí, acusándose a sí mismo como el causante de aquella anarquía. Flotaba en el aire un humo denso, con el inconfundible aroma a tabaco. No hacía poco más que fumar y percibir intensamente deleitado las vibraciones de aquella música que tiempo atrás fue el motivo de discordia entre el extremo placer y la frustrante monotonía.
Esparció todos sus recuerdos en fotos por el suelo y tomó la decisión que había rondado su cabeza desde hacía demasiados años. Fuego. Lanzó su cigarro al fúnebre vertedero mientras inhalaba su última bocanada. Y, de repente, una estruenda risa inundó el ambiente, hasta que se ahogó entre las llamas.

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