viernes, 17 de febrero de 2012

Aire

Este escrito fue comenzado hace casi un año, no está terminado ni corregido, pero me sigue pareciendo bonito, después de todo. (Véase desde la inocencia.)
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I
Levanto los resquicios de polvo que puedan quedar para unirlos bajo la figura inefable de un fantasma que cada noche me acompaña en mis sueños, hasta nos hemos convertido en inseparables.
-          Dulces sueños – Ese ha sido el eterno saludo de cada una de sus visitas. Y esta noche no sería diferente.-
-          Pero si ya estoy rodeada del susurro de las sábanas, durmiendo, en mi sueño. No entiendo qué haces aquí otra vez más. Puedes irte. Por favor.
-          Tú eres la que quieres que esté aquí, me iré cuando así lo desees.
-          Es lo que te estoy pidiendo.
-          Pero no lo que realmente quieres. Solicitas mi presencia, me necesitas contigo.
-          No, no. Ha sido un error, estoy ardorosamente convencida de que te has confundido de persona.
-          Tranquila, esta vez no intervendré en las formas de tu imaginación. Bajo las misivas de tu fuero interno atenderé a tus deseos ya que veo que tus palabras son incapaces de corresponderse con ellos.
Tartamudeé una posible respuesta, pero la rueda fue incapaz de girar, así que supongo que sería mejor así. Fantasma estaba ahí escrutando mis propios sueños y sin manipularlos, aunque en el fondo lo haría, como cada noche. Retomaría los hilos en su apariencia invisible y los movería de tal forma que me sintiera complacida. Realmente era mágico, empero absurdo.
Mis movimientos en el arrebato nocturno solían arrojar las sábanas al suelo, me entraba una súbita fiebre, creo que hasta emitía algún que otro exabrupto que, con suerte, no despertaba a los vecinos. Sentía el apocalipsis cosquilleándome los pies y subiendo hasta llegar a cada uno de los poros de mi piel, y todo estaba encerrado en mi cabeza, aunque yo tan sólo lo sentía en la sangre, en mis ciento veinte pulsaciones por minuto. La más maravillosa pasividad se auscultaba en la oscuridad, en mis párpados sellados, es como si solamente la realidad, el mundo, viviera dentro de mí, y no me topase con ningún otro ser zarandeando las murallas de mi alma y alterándolas. Como si la naturaleza se percibiese inquebrantable en mi silencio repleto de imágenes hirviendo.
He de decir que aquella madrugada mi sueño transcurría sobre las tres y treinta y tres de la madrugada en un confortable y atípico lugar con respecto a los anteriores. Había agua, mucha: estancada y en movimiento. Algunas veces seguían una melodía en allegro y otras veces en sostenuto y se elevaban desesperadamente bajo un fortísimo. Yo estaba flotando sobre una cascada que arrastraba con magnificencia y brutalidad el líquido cristalino hacia un cielo diáfano y aborregado. Era radicalmente una sinfonía acuática. Sentía un ápice de otro ser sobre la espina dorsal, aunque condensado bajo una densa gota de H2O, y sí… ¡solamente una!
Mientras caía a la inversa me iba desprendiendo del peso y la densa gota se adentraba combinándose con mi sangre y alterando por siempre mi esencia. Mi yo definitivo se diluía y me sentía agraciada de que aquello sucediera así. Creo que sonreía no sé si en cama o en cascada, había alguien más con una sonrisa en los labios, pero el vaho en mis ojos me impedía atisbarla. Abruptamente, cesó la melodía. Desde una de las nubes escuchaba un murmullo que precipitadamente se convertía en la cadencia de mis oídos.
-          ¿Por qué estás aquí? ¿Y por qué estoy aquí?
-          No lo sé. Devuélveme la música, te lo agradecería.
-          Yo no he sido, disfrutaba tanto como tú. Créeme.
-          Bueno, al menos no cesa el movimiento del agua.
-          Ya, aquí nunca pasa eso. ¿Eras tú la que sonreía?
-          Supongo, ahora mismo dudo sobre la presencia de un ‘yo’.
-          Claro, todo aquel que transite por estos lares lo hace. Se sienten como notas de agua siendo una parte diminuta pero imprescindible de la sinfonía.
-          Y a qué viene tu segunda pregunta si ya conoces este lugar.
-          No realmente. Sólo llevo aquí tres días, al menos en mi sueño. Para finalizarlo necesitaba encontrar a otro por aquí y creo que eres tú.
-          ¿Así de simple?
-          Sí, eso es lo que me dijo el Fantasma que dirige a la orquesta.
-          Vaya, así que es él. – Empecé a retorcerme los cabellos y tirarlos como si fueran muelles para que luego volvieran a su posición natural, comprobando que mis incipientes amagos por quedarme calva eran en vano. – Me marcho. Adiós.
-          ¡Espera! Falta un detalle y te dejaré ir.
-          Dime, antes de quebrantar tu nube.
-          Si lo conoces… debes saber la respuesta a mis preguntas. Debería haberme despertado ya puesto que te he visto. Si no es así ha de existir otra razón por la cual deba quedarme, quizás debamos partir juntos. ¡Sí.. seguramente es eso!
-          Estás majara. ¿Cuántas pastillas has tomado para poder dormir?
-          Un par, me parece. Recomendación del médico. ¿Y tú?
-          ¿YO? No conozco tu mundo ni lo que entraña vivir en él. Al menos eso es lo que dice mi ‘yo’, el cual no es mío. Supongo que me ha trastornado.
-          ¿Te ha dado fuerte, eh?
-          Es una posibilidad que no desecho, pero sinceramente creo que no me importa demasiado.
-          Es mi hora, suena mi despertador o algo así. Nos veremos en alguna estación… algún día. Te lo puedo asegurar, está escrito.- Dijo mientras se desvanecía paulatinamente su cuerpo y el círculo retornaba a su órbita, al menos, para él.
-          En fin… - Retumbó el eco de una risa que salía de mis labios insolentes, no la comprendía y era mía. Se clavaba el círculo, como una espina, mientras giraba sobre las entrañas de mi alma. - ¡Sé que estás ahí y sabes qué es lo que quiero en este momento! – Se prorrumpió el repiqueteo del agua. Las notas acallaban el ruido del silencio, esta vez con perpetuas blancas y una filantropía exacerbada. Qué ingenuidad portaba, me había engañado. Y había logrado su empecinado propósito. No había nada que hacer, ni razones por las que esgrimir una queja contra él. La precisión con la que transcurrieron los hechos los hicieron perfectos e inolvidables para las cavernas de mi mente.
Me asustaba la altura a la que me encontraba y a la vez sería incapaz de retornar al principio, a medida que escalaba niveles transportada por la cascada, la melodía se fundía más con la maraña formada por mi sangre y aquella gota densa, siendo las tres necesidades de mi cuerpo. Debería existir un final para todo aquello, algo me decía que no existía. En cada nuevo nivel era más bella la melodía, más mágica, correspondiéndose con la altura del cielo y con la densidad y forma de las nubes. Aquí no habría aviones ni objetos voladores no identificados, era una atmósfera modesta. Aunque tras ella vendría la oscuridad y proximidad a una dimensión diferente, acaso… ¿lo soportaría mi cuerpo? Si ya estaba en el más absoluto paraíso, ¿cómo podría haber una melodía más bella que aquella en la plenitud del negro?
En el fondo, acabaría por despertarme, así sucedía. Eran las cuatro y cuarenta y cuatro de la madrugada.


II




El parpadeo incesante atenuaba mi mirada, deslumbrándome por la oscuridad y por la abrumadora música. No entiendo por qué pero me venía a la memoria un dibujo en el que aparecía una silueta. Sin nada más que eso, sentía su contorno, mi mente lo visionaba. ¿Tal vez era alguien que conocí en otra vida, en otro mundo? Podía creer que me era familiar, era la asociación más simple que trazaría mi burdo cerebro. A pesar de que no era más que una fruslería, quería cavar y cavar, ponerle dirección al río de mi sangre, y atisbar qué era lo que realmente estaba imaginando. Los efectos sedantes del fondo “musical” quizá fueran los responsables. La figura se despegó del papel y apareció en tres dimensiones, como en un cuadro de Escher, ante mí.
-          ¿Por qué no me recuerdas? He estado contigo durante mucho tiempo, he intentado seguir cada una de tus sombras.
-          Ojalá pudiera…  desde que se inició mi ascenso a través de estas nubes la ligereza se ha apoderado de mí. Mis cargas, mis recuerdos… se han desvanecido.
-          Ya… me temo que ese es uno de los problemas de estar en este sitio. Al final todos terminamos convirtiéndonos en unos sin rostro, tanto nosotros mismos como aquellos que conocimos en la otra vida.
-          Bueno, estoy en un sueño. Despertaré y la utopía se habrá desvanecido, con todos sus inconvenientes.
-          ¿Ah sí? ¿Eso es lo que crees?
-          Es lo que sucederá, como siempre.
-          Lamento decirte que estás equivocada, ojalá no fuese así pero… a medida que te adentres en la nueva dimensión y el Negro absoluto se alimente de tus energías, cada vez te sentirás más libre. Y ello implica eliminar tu memoria, cada uno de los acontecimientos que vislumbraron tus pupilas, aquello que sentiste en lo más recóndito de tu piel, lo más profundo, tus anhelos… ¡Todo! ¡Todo lo que fuiste alguna vez desaparecerá!
-          ¿Estás insinuándome que dejaré de ser ‘yo’? ¿Es que acaso no lo he perdido ya?
-          Simplemente estoy advirtiéndote las consecuencias de permanecer aquí… Acabarás convirtiéndote en una nota de esta macabra y drenante sinfonía.
-          ¿Y si quiero permanecer sin dejar de ser?
-          Entonces… entonces… ¡debes hablar con el Dios de esta dimensión! Debo recordarte que si estás dispuesta a quedarte… será para la eternidad, y no serás tú quién decida  el ánima final en la que te transformarás.
-          De acuerdo. Sigo sin poder… rememorarte, Silueta.
-          Ya, ya no tiene importancia, sólo sigue tu camino… Si en algún momento quieres recordarme, tendrás que retractarte a tiempo y penetrar en la realidad, en tu Realidad, otra vez.
-          Está bien, no puedo perder ni un ápice de tiempo. Gracias por la información. – Y Silueta estalló en burbujas en el aire o, al menos, es lo que interpreté de aquel súbito restallar.
Tomé una decisión: no hacer nada. No me importaba permanecer ahí para siempre y no vislumbraba ninguna manera de contactar con la divinidad de la dimensión. Además, no resultaría muy útil. Así que.. ¿desaparecería mi Realidad, mi círculo más cercano, mis recuerdos, eh? ¿Se desvanecería mi propio ‘yo’? Lo que Silueta desconocía era mi absoluta carencia de Realidad, yo sólo la había rozado tangencialmente. No rememoraba a ninguna persona en especial aunque a veces se me aparecían como imágenes difusas algunas, y, sobretodo, sus gestos se impregnaban en mi mente.  No era muy relevante, me convertiría en otro ‘yo’, y esto era la mar de excitante. La única preocupación… era qué clase de ánima llegaría a ser, dentro de qué clave estaría. Por ello necesitaba al director de la orquesta –en estos momentos sonaba en la sinfonía una melodía de piano pesante y sentía una sedación inmediata-. Mis párpados se entrecerraban lentamente sin pretenderlo, como movidos por una fuerza magnética, no podía resistirme a… a…

3 comentarios:

  1. Hay elementos que me gustan. Esa sensación de estar en un limbo, en una "entre realidad" algo indefinido.(me ha venido a la mente Isaak de Vega no podría precisar por qué) Hay cosas que no me gustan, sí, tal vez una cierta inocencia, ¿en los diálogos? no sé. Pero bien, Como dices en algún sitio, ¿por qué habría de esperarse algo? Es lo que es.

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  2. Gracias.
    Comprendo que si usted es un lector "con experiencia" quizá necesita algo con más elaboración, que esté más cuidado. Hay que retocar mucho, pero de momento lo dejaré así, con la idea de lo que quería hacer suspendida en el limbo. Escribir es casi una profesión, aunque en mi caso es un mero pasatiempo.

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  3. Da la impresión de que yo (cómo se trata uno de usted a sí mismo: nota estudiar eso) desde mi experiencia olímpica haya sentado cátedra con mi comentario. No tenía esa intención. Solo dejar un comentario que no fuera simplemente "pasé por aquí". No me tomes tan en serio.

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