sábado, 4 de febrero de 2012

Introducción..

'Nací hastiado -escribe a Louise Colet en 1846-; esa es la lepra que me roe. Estoy cansado de la vida, de los demás, de todo.' A diferencia, no obstante, del tan conocido mal du siècle que aquejó la vida de Chateaubriand y de toda la generación romántica, este hastío profundo de Flaubert, por sus características existenciales, resulta plenamente moderno:
"¿Conoce usted el tedio? -escribe a Louis de Cormenin, el 7 de junio de 1844-. No me refiero, desde luego,m a ese tedio común, banal, consecuencia de la holgazanería o de la enfermedad, sino a esa desazón moderna que roe las entrañas del hombre, y, de un ser inteligente, hace una sombra que anda, un fantasma que piensa. ¡Ah! Le compadezco si esa clase de lepra le resulta familiar. A veces se cree uno curado, pero un buen día se despierta uno más afligido que nunca (...). En mi caso, se trata de una enfermedad de juventud que me afecta durante los días funestos como hoy."
Pesimismo existencial constante a lo largo de toda su vida y que incluso se incrementará con la madurez, cuando, renunciando a sus quimeras y sin esperar ya nada del porvenir, empiece a confiar a sus amigos su aspiración a acabar de una vez. 'La vida únicamente resulta tolerable a condición de no estar jamás en ella', escribe a Louis Colet, en 1853. Pero no estar allí puede implicar asimismo establecer una distancia prudencial entre él y la vida, distancia que podría provenir de la ironía, pero, sobre todo, del arte. Aceptación irónica de la existencia y recreación plástica y completa de ésta por medio del arte. El arte como recurso definitivo e incluso como tabla de salvación. El arte como sacerdocio será otra de las grandes aportaciones flaubertianas al mundo de la modernidad. La escritura como tormento, como sacrificio supremo, pero también como suprema compensación. 'El arte es una manera especial de vivir', frase que puntúa regularmente su correspondencia. El arte como alucinógeno frente a las miserias de un mundo vulgar e insoportable. El arte como asidero definitivo, pero también como espacio de fascinación y de embriaguez desenfrenada: 'la única forma de soportar la existencia es aturdiéndose en la literatura como en una orgía perpetua', carta a Louis Colet, 4 de septiembre de 1858. Soledad, pues, consecuencia de un mundo incapaz de satisfacer sus anhelos desmedidos, pero compensada y remediada en todo momento por la seducción de un arte concebido como medicina suprema y como vocación llevada a límites insospechados.

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