miércoles, 29 de febrero de 2012

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Las rocas
No me importaría estar jugando contigo todo el rato. Que tus ojos cayesen, se fuesen a la derecha y a la izquierda, buscando absorberlo todo. En algún punto estarías mirándome escrutadoramente, clavando las chispas que regurgitarían como un fuego en mí. Yo, banalmente abyecta en el brillo de tu oscuridad, paralizada, te sonreiría tontamente con cada palabra que soltasen mis insolentes labios. Con una prorrumpida cadencia que tendería al vértigo a medida que me sumergiera más en las profundidades de tu río. Podría... soñar con despertar y no tener que hacer nada, sólo atisbar el mar y el cielo, las olas y su movimiento, su espuma, y que tú estuvieras a mi lado, impávido, sin resquemores, en silencio. Me diluiría en el cuadro ante mis ojos, sería espuma vagando por el océano y tú las rocas, que yo rozaría con cada uno de mis movimientos. Ni el sol sería capaz de negarlo.. ni de borrar nada, ni nadie. Pero solamente soy, soy. Y tú no dejarás de ser, aun no, el ser altivo, sereno, firme, distante y cercano. Podría decirte mil palabras inútiles y luego enredarme con tu mirada mientras el silencio me inunda. Pasaria así horas, te estaría escuchando, a ti, a tus sombras, a tus latidos, a tu corazón bombeando sangre. Aunque... tú... tú.. volverías a perderte en las misivas de tu imaginación, en tu tempestad y tu quietud insondable.

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¿Qué mirada no es susceptible?

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