lunes, 4 de junio de 2012

Tú, fantasma de la perdición. Déjalos ir, deja de perseguir los rastros de sangre que ves en sus sombras. ¿Qué has obtenido con todo ello, lágrimas y sonrisas torcidas? Permaneces en los techos de sus cuartos observando cada movimiento que ejecutan, inmutable, sin optar por meterte en sus cuerpos sabiendo que es tu cometido hacerlo. Densamente pasan los días y penetras en los poros, luego en la piel. Susurras en el aire las palabras que ellos serán incapaces de pronunciar. Pero qué ves realmente. ¿Será el placer de la decadencia?

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