viernes, 13 de noviembre de 2009

Hálito

Increíble era cómo cada vez que hablaba con alguien lograba atisbar el ángulo exacto en el que miraban aquellos ojos, el cariz de las pupilas y la forma en la que se entremezclaban con los diversos matices del iris, ni siquiera atendía al surtido de señales que trazaban el momento. Se quedaba impreso en la magnitud de aquellos ojos, a pesar de que sonasen cadencias de voces apresadas de apreciable significado, aunque la tormenta amenazase con engullir el tejado que los sostenía. El balbuceo de palabras hacía constancia mientras se sumergía en sus divagaciones sobre qué trayectoria y qué clase de acontecimientos habían pasado esos ojos.

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